sábado, 27 de marzo de 2010

Gobierno: Modernización


Inició su gobierno con un programa de industrialización, cuya nota fue una franca apertura al capitalismo internacional. Con él cambia el rumbo respecto a la Revolución, se da una ruptura con los gobiernos anteriores. Estos cambios de estrategia se engloban en lo que el político Antonio Carrillo Flores definió como la “Teoría del péndulo”, que la practicarán todos los gobiernos posrevolucionarios, pero sin modificar el edificio político, social y económico creado por Lázaro Cárdenas. Conviene subrayarlo porque perduró, con sus diversas crisis, hasta los años 80 y contribuyó a la creación de la burguesía nacional y las clases medias, a la integración nacional y cultural de México.

En lo económico, se tradujo en un modelo de desarrollo de sustitución de importaciones y en lo político, en un fuerte presidencialismo, apoyado por un partido único identificado con el Estado paternalista, erigido en garante y responsable de la vida de la nación.

El modelo funcionó mientras existió un equilibrio entre la política y la economía. El estado intervino, de manera activa, con grandes inversiones en las áreas de la economía. Creó un mercado interno, protegido con facilidades fiscales y crediticias a la industria nacional; a su vez desarrolló una avanzada política de seguridad social (salud, educación, legislación laboral) y puso en práctica un sistema de subsidios de corte popular para favorecer a las sectores más desprotegidos.

Alemán fue el primer presidente mexicano en hacer una visita oficial a Washington. También recibió en México al presidente estadounidense Harry S. Truman.

Con Miguel Alemán en la Presidencia, el civilismo habría de ganar la batalla definitiva al militarismo, al igual que la industria lo haría sobre la agricultura y concretamente sobre. La política proejidal. La principal preocupación no fue ya la de otorgar tierras a los núcleos de población sino mas bien, la de dotar al país de una infraestructura sólida. El apoyo más importante para realizar este proyecto no serían ni obreros ni campesinos, sino el sector empresarial.

El proceso de centralización del poder era un hecho. La presidencia había adquirido supremacia política como institución independientemente de los rasgos de su ocupante; el Estado mexicano estaba ya consolidado sobre la base del pacto social contraído a finales de los años treinta y sus principales instituciones habían adquirido sus rasgos distintivos teniendo al nacionalismo como referente ideológico.

En diciembre de 1946, se tumó a la Cámara de Senadores para su aprobación, la iniciativa presidencial de reforma al artículo 115, señalando como un ” acto de conveniencia nacional ” la participación de la mujer en las elecciones municipales.

Ante el fortalecimiento de la figura presidencial a partir de 1935, los puestos de senadores y diputados carecieron de poder real, aun cuando no de prestigio. Quienes los detentaron recibieron -además de evidentes ventajas económicas- un reconocimiento a su influencia y lealtad por parte de las autoridades que negociaban su ingreso a las cámaras. Ocupar una curul indicaba no sólo motivo c le pertenencia sino la garantía de permanecer dentro del juego político.

Años más tarde, en 1949, se volvió a reformar la ley electoral con el fin de precisar algunos aspectos relativos a la organización y vigilancia de los comicios y de los que se excluyó a la Suprema Corte de Justicia. Se modificaron varios artículos de la ley, reasignando a la Procuraduría General de Justicia todas las funciones que anteriormente correspondían a la Corte.

En el mes de febrero de 1949, después de haberse publicado las reformas a la ley electoral, el PRI, el PAN y el PP, legalmente registrados, lanzaron sus candidatos a diputados federales, que ocuparían una curul del 1 de septiembre de 1949 al 30 de agosto de 1952. Posteriormente, bajo la presidencia del secretario de Gobernación, Adolfo Ruiz Cortines, se instaló la Comisión de Vigilancia Electoral, encargada de encauzar y observar el cumplimiento de la ley Electoral en las elecciones para diputados federales.

Al iniciar la década de los cincuenta, de cara a la industrialización, la sociedad mexicana experimentó cambios profundos que alteraron su fisonomía: abandonó su carácter esencialmente agrario y se transformó en una sociedad urbana e industrial. Las expectativas de mejoramiento y movilidad social condujeron a una nueva estratificación, sobre todo entre las clases altas, medias y los obreros sindicalizados que incrementaron su importancia social al amparo de la industrialización. La irrupción de los sectores medios en los años sesenta constituyó un fenómeno importante en la transformación de la estructura social. No obstante lo anterior, la tendencia al desequilibrio social se fue acentuando cada vez más, pues si bien existía un sector de la sociedad que registró una notable mejoría en sus ingresos, hubo otro que lejos de mejorar su situación, se vio severamente afectado.

Es muy posible que sin Miguel Alemán la consolidación del civilismo se hubiese retrasado hasta cuatro décadas, como en muchas regiones latinoamericanas. Fue, también, el caudillo, el líder y el gobernante que sentó las reglas claras de nuestra política exterior. Asumió el gobierno de México al inicio de la postguerra mundial. Fue el mexicano que sintió como una injusticia que las naciones ricas que triunfaron en la gran conflagración destinaran sus recursos excedentes para reconstruir a otras regiones del planeta, desde luego muy sufridas, y a postergar una vez más y como siempre los esfuerzos, las solidaridades y las demandas de los latinoamericanos. El que consideró que no era aceptable la ecuación de canalizar con urgencia todas las transferencias financieras para restaurar a Europa y al Oriente bajo la idea de que la América Latina se tendría que aguantar con su hambre, con su enfermedad, con su atraso y con su marginación otros cuatro o cinco siglos. El que rechazó la falsa idea de que existen pueblos y regiones que no tienen la mínima obligación de esperar y de que existen pueblos y regiones que no tienen el mínimo derecho de urgir. Con la llegada de Miguel Alemán al poder presidencial se inicia el civilismo posrevolucionario, con una muestra de que la estabilidad política se había consolidado y se había superado ya la etapa del militarismo, anunciándose el acceso al poder de una joven generación de políticos que no habían participado en la lucha armada revolucionaria. Se daba comienzo así a una nueva era que arrancaba sobre bases sólidas tanto en el aspecto político como en el económico, heredadas del proceso de reconstrucción nacional y de institucionalización emprendiendo por los procesos emanados de la Revolución. Después de largos años de maduración política, se requería ahora de una nueva forma de hacer política en manos de personas civiles, profesionales encargados de realizar tareas acordes con su preparación académica y con su experiencia en las lides políticas; ese tipo de personas estaba llamado a integrar el gabinete del primer presidente civil en tiempos posrevolucionarios. Autoritarismo. Por lo anterior, aun cuando se había propuesto como meta la democratización del país, Alemán hubo de iniciarse hacia una moderna forma de autoritarismo, puesto en práctica por medio de tres líneas de acción: a) sometimiento de los gobernadores a la disciplina política presidencial; b) eliminación de la izquierda en los sindicatos; c) expulsión de los elementos comunistas del PRI. Respecto al sometimiento de los gobernadores, el autoritarismo alemanista se manifestó fundamentalmente en casos concretos, cuando los ejecutivos estatales daban muestras de actuar de forma independiente, o cuando se mantenían bajo la influencia de presidentes anteriores o de políticos con poder nacional. Específicamente Emilio Portes Gil, y sobre todo Cárdenas, seguían teniendo adeptos que se oponían al nuevo giro que había tomado la política oficial.

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